martes, abril 20, 2010

Francis

Abrir los ojos. La mañana que usurpa otra vez la misma habitación repetida. Abrir los ojos no es muy distinto a cerrar la puerta.
No queda más que arrastrarme por estos pisos apresuradamente encerados una vez a la semana por alguna muchacha transpirada y muda que recibe mi dinero para poner un poco de olor a pradera en mi vida. Por un rato nada más, huele a amplitud, a libertad. Como quisiera que todo oliera así de rico todos los días! Todo ese gozo para mí solo! Oler a praderas un minuto antes de abrir los ojos!! Tal vez no reptaría para salir de la cama. Tal vez brincaría como una gacela con tremendas bocanadas de aire inocente, libre de todo pecado cometido entre sus partículas.
Quizás esas mismas partículas, agradecidas me apretujarían con cariño, ayudándome a estar entero y no así, desparramado, amorfo. Que una vez pudo mantenerse hombre pero ya no. Amorfo que suena a algo relacionado con el amor, porque si, porque el amor esta en todo, por lo menos eso dicen. Que si el mundo se desarrolló porque todo tiende a amar la vida! Y uno puede amarla tanto que se empeña en soportar esto. Y la criatura amorfa seria como un niño sin abrazos, sin un buen par de brazos que lo mantengan compuesto. Por eso amorfo debe ser eso, un amor degenerado, unos brazos que no moldean.
Afeitarse, tratar de crearse una cara con plastilina rosada que se acomoda frente al espejo que todavía se acuerda como era hace apenas 5 años o 10. y los pelos que se revelan y se caen de un lado para acomodarse en otro, mucho menos conveniente. Y eso agrega una nueva tarea que pronto se vuelve mecánica, como todas las demás. Es un rato mas frente al espejo/retrato, cortando los pelos de las orejas, de la nariz y hasta la barba que crece con una tozudez que no tiene la azotea. Una mierda!! Pero hay que hacerlo porque forma parte del uniforme!
Diez minutos antes de una hora demasiado temprana junto toda esta gelatina sin sabor dentro de un traje vendedor cansado y abandono la pieza hasta volver a abrir la puerta.